Danzantes.

El sol cae a plomo sobre nuestras cabezas. El sonido de los tambores, casi sin proponérselo, aumenta constantemente y alcanza cimas cercanas al éxtasis. Llegado el momento no se escucha más nada: son tambores de guerra.
A su ritmo, los danzantes giran sobre su propio eje, casi en estado de trance, ahora ajenos a todo lo que les rodea: los curiosos, los fotógrafos, los dos extranjeros que vociferan e incordian a las docenas de policías que pretenden detener a los que ahora bailan.
Los ánimos continúan caldeados. Mucho. La policía duda. Demasiados ojos.
¿Y ellos? Bailan. No se detienen, su baile es su protesta. Sin una palabra hacen que las porras regresen a sus fundas. Obligan a los policías a retroceder. A subir a las furgonetas. A retirarse.
Continúan bailando…

Un reinicio, un credo personal.

Me gusta definirme como un artista, como un librepensador, como un disidente.
Creo en la belleza por encima de todas las cosas. La belleza en su aspecto más puro y en aquel que podemos encontrar en los lugares más terribles, en las situaciones más desesperantes. La que es obvia y frívola, y la que en un momento dado se asoma y te abofetea en el rostro, que te obliga a abrir los ojos. Aquella que nos aliena y aquella que nos recuerda nuestra condición de humanos, la trascendencia de nuestro espíritu.
Por eso soy fotógrafo. Por que estoy continuamente en su búsqueda: por que ya sea en una pasarela o en una chabola, entre la pobreza más absoluta, la marginación mas antigua, la violencia sistemática y la más despiadada, es posible encontrarla.
Creo en la libertad, de hacer, de decidir, de expresar las verdades mayores, los secretos mas profundos, los íntimos demonios, aquellos que el sentido común nos dice que sería mejor dejar enterrados precisamente donde pueden causar mas daño.
Temo a la muerte lenta, cotidiana, que se encuentra detrás de un escritorio, de un mostrador, de un buen salario, de una posición social envidiable. Temo a la tiranía de lo que debe ser, de lo correcto, de lo aceptado por la sociedad y quienes la dominan, sean quienes sean éstos. Temo a la tiranía de la economía, de la trascendencia únicamente en su aspecto material, al ansia de tener y tener y tener y tener.
Temo a la tiranía antigua de las costumbres, no aquellas que nos alimentan y enriquecen, si no las que a fuerza de empequeñecernos nos convierten en seres que prefieren ser dóciles, apáticos, inexpresivos, homogéneos.
Soy contradictorio, incongruente, ególatra, egoísta, gélido, cobarde…
Quiero ser Kevin Carter, Joao Silva, Avedon, quiero ser cámara.
Quiero trascender mi propia existencia, quiero ser recordado, dejar en el inconsciente colectivo al menos una imagen, no importa si es única, terrible o hermosa, no importa si la vida me va en ello.
Oxalá.